Una de las realidades que se encuentra cualquier educador en su labor, es la impronta de los vicios. Así como se plantean con frecuencia cultivar hábitos durante los períodos escolares, también se deben plantear la posibilidad de que se generen vicios, o hábitos de finalidades malas, muchas veces no conscientes, en la escuela.
La Historia denuncia la existencia de vicios desde tiempos inmemoriales, a la vez que planteaban antídotos a esos malos hábitos, con herramientas jurídicas como los diferentes códigos, hasta la implementación de castigos que se llamaron “ejemplares” en muchas comunidades.
La importancia de identificar los gérmenes de posibles hábitos malos en la escuela es casi tan importante como la intencionalidad didáctica para formar hábitos buenos y, aunque no tengan la misma importancia, si es urgente plantearse métodos para prevenirlos y educar en positivo.
Para ello es vital, la consecución de modelos de excelencia educativa, los cuales van desde personajes que se presentan en la literatura escogida por los maestros hasta los mismos docentes y padres de familia.
El planteamiento antiguo por demás, de cultivar virtudes que se llamaron desde entonces “cardinales”, sigue siendo vigente. Así, la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, son bases ineludibles de formación personal y comunitaria en cualquier época.
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